NO SON CUENTOS!!

"No nací para contar cuentos bonitos, nací para escupir verdades disfrazadas de fantasía. Mis letras no piden permiso, llegan como balazos con perfume. A veces me río para no llorar, otras veces lloro y me burlo de mí mismo. Soy Freddie aka "El Malo" Testigo del dolor y escritor de lo increíble. Aquí no vas a encontrar historias normales… vas a encontrar pedazos de alma vestidos de locura."

Espero les guste... Y aprendamos juntos.

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AGRADECIMIENTOS:

 

GRACIAS MI AMOR !

 

 

A ti, mi amor…
Gracias.
Gracias por cada día que estuviste ahí cuando yo ya no quería estar.
Por levantarme cuando ni yo me aguantaba.
Por abrazarme con el alma cuando el mundo me empujaba con odio.
Por ser mi paz en medio de tormentas que no eran tuyas, pero que decidiste enfrentar conmigo.
Eres la mujer que me sostuvo cuando estaba derrotado, la que creyó en mí cuando ni yo creía.
Hoy, con el corazón partido por la muerte de mi madre, me doy cuenta más que nunca del valor que tienes.
Has sido mi soporte, mi refugio, mi compañera real en una vida que a veces ha parecido más guerra que camino.
Y la verdad es esta:
Si no fuera por ti, yo no hubiera cumplido muchos de mis sueños.
No habría escrito lo que he escrito, ni cambiado lo que he cambiado.
Tú no solo estuviste…
Tú hiciste posible que yo siguiera.
Te amo.
Simplemente gracias.
Lupita, de tu Malo.

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NUNCA SABRAS EN REALIDAD EL AMOR QUE SIENTO POR TI?? GRACIAS

A veces, el dolor no tiene respuestas, ni forma de entenderse. Solo se siente, como un mar que arrastra todo. Pero en medio de ese mar, estás tú, Lupita. Sentada a su lado, sosteniéndolo sin exigirle palabras, sin pedir que se levante, solo abrazando su alma rota con la tuya entera.
Eso no es poco. Eso es todo.
Tu amor es un ancla. Tu presencia, una oración viva. Tal vez no puedas quitar su dolor, pero lo estás haciendo más soportable al quedarte allí, sin irte. Eso es lo que hace el amor verdadero.
Y a ti, que te sientes perdido, sin saber qué hacer: no necesitas tener todas las respuestas hoy. Estás sintiendo porque amas. Estás quebrado porque tu alma tiene raíces profundas. No estás solo. Ella te está sosteniendo. Y Dios también.

  • Tómense un momento. Respiren juntos. Lloren si es necesario. Y cuando no haya palabras, que el silencio sea un refugio, no una cárcel. Porque en ese silencio también habita el amor.

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LO QUE TE HACE FUERTE!!

Hola, Lupita. Qué valiente y amorosa eres por estar ahí tan presente en medio de tanto dolor. Solo el hecho de que te preguntes cómo apoyar a Freddie ya dice mucho de tu corazón.

 

Capitulo Mas Cabrona de la vida!! Real , cruda y es para que aprendas no pa que te apendejes.

 

Introducción:

A lo largo de la vida hay caminos que nadie quiere recorrer, pero algunos los vivimos con los pies descalzos y el alma hecha pedazos. Freddie estuvo en la calle, no por gusto, sino por circunstancias que lo llevaron al borde del olvido. Dormir entre concreto, hambre, traición y frío, mientras el mundo sigue girando sin voltear a ver. Estas no son historias para dar lástima. Son verdades que arden, que enseñan, que forman carácter.

Lo que vas a leer son anécdotas reales, crudas, vividas en carne propia por un cabrón que supo lo que es perderlo todo… y aun así no perderse a sí mismo.

Después de cada anécdota, dejaré una sola frase: una línea dura, como si la calle misma hablara.

 

 

Primera Parte: El Grito Silencioso Antes de la Caída

Lo que voy a platicar hoy no es algo que me enorgullece, mucho menos que me alegra; al contrario. Pero tampoco voy a entrar en tanto detalle. Simplemente quiero dar un resumen de lo que yo viví mientras estuve en la calle, viviendo por las situaciones que ya van a escuchar. Solamente quiero hacer conciencia de lo que es, y lo que ustedes pudieran evitar si en caso se vieran en alguna situación similar.

Yo terminé viviendo en la calle porque fue una decisión que yo tomé. Pero simplemente eso me llevó, por medio de circunstancias que viví en la vida. Mientras que yo estuve en mi relación anterior, viví como quien dice una fantasía creada por mí mismo. Y ciertamente, no fue lo que yo creía. Más que nada, se convirtió en un infierno con el transcurso de los años.

Por las razones que hayan sido, los problemas, las situaciones con mi anterior pareja, me llevaron a tomar la decisión de dejar mi casa, hacer una separación, un divorcio… y simplemente, por medio de esos problemas, vinieron las consecuencias. Consecuencias que tienen que ver con depresión, ansiedad, el mal uso de tu mente… la debilidad que uno deja entrar después de haber sido fuerte. Después de tener todo bajo control en la vida… es cuando la vida de verdad te prueba. Es ahí donde se siente la fortaleza mental que uno tenga.

Pero obviamente, me dejé llevar por la tristeza, por la depresión. Y aunque al principio, cuando yo salí de la casa, traté de hacer lo mejor como si nada… al pasar de los días, las semanas, se va acumulando todo ese sentimiento.

Y pues básicamente, sin querer, sin haberlo pensado desde el primer día que salí, tomé la decisión —después de que ya no había nada más para mí, de que ya no veía soluciones funcionando, de que ya no veía puertas abiertas, de que básicamente el sol ya no brillaba para mí—… pero era mi depresión, era mi tristeza lo que yo sentía. 

Terminé parado en una esquina, pensando… fuera de una cantina, con la mente perdida. Mi vista no sabía ni para dónde… pero ahí fue donde decidí que la calle iba a ser mi nuevo hogar. Conocí ciertas personas que, sin duda, básicamente me aseguraron que no había otro camino. Me dejé llevar por eso. Sin embargo, me dieron la mano… a su modo, pero la dieron.

Ahí es donde comienza la primera parte de la decisión que yo tomé equivocadamente.

Frase de cierre:

La calle no fue un castigo, fue la consecuencia de ignorar el grito silencioso del alma rota.

 

Segunda Parte: El Cuarto que Me Enseñó a Sobrevivir

Después de esa noche en la que decidí, según yo, pasar el resto de mi vida en la calle, conocí a una persona justo fuera de ese mismo lugar donde yo estaba pensativo. Esa misma persona me dio la mano, y recuerdo que lo primero que me dijo fue: "Hay que ver dónde te vas a quedar."

 

Yo todavía en ese tiempo, cuando fui a la calle, tenía mi camioneta. Todavía traía mis cosas ahí, inclusive traía un poco de dinero. Entonces, mi mentalidad obviamente no era dormir en la calle todavía. Como tenía un poco de dinero y cómo sostenerme, recuerdo que renté un cuarto en un hotel, ahí cerca. Donde, en ese momento, ni por la mente me pasaba que ese cuarto de hotel iba a convertirse en mi casa por dos meses.

 

Dentro de esas cuatro paredes, por todo ese tiempo, no salí. Nunca lo pensé, nunca lo planeé. Simplemente pasó. Y ese mismo cuarto fue la escuela que me enseñó todo lo que yo iba a necesitar para comenzar a vivir en la calle.

 

Ese cuarto fue el lugar donde me senté en la fila de enfrente. Y estuve escuchando y aprendiendo las reglas de la calle. Cómo vivir, cómo manejarte, cómo comportarte, qué hacer y qué no hacer.

 

La persona que me ayudó era una señora ya de edad, grande. Obviamente, ella tenía mucho tiempo en la calle. Mucha experiencia. Había pasado por muchas cosas también, incluyendo la pérdida de sus dos hijos, a quienes mataron. Ella venía con el dolor también ya del pasado… y con la experiencia vivida en las calles.

Ahí es donde comenzó mi escuela.

---

Frase de cierre:

El infierno tiene salones, y el primero fue un cuarto de hotel con puertas que no daban a ningún futuro.

Tercera Parte: El Escape que Me Apagó por Dentro

Pues aparte de que pasé mucho tiempo encerrado ahí, la verdad es que yo no sabía tanto de ese rollo. Pero si yo solamente hubiera estado sentado en la cama viendo las paredes, sin hacer nada, me hubiera vuelto loco.

 

Ahí es donde vino la parte del consuelo, o el escape, digamos. Y ese escape tenía que ver con la droga. Comencé a usar cristal, metanfetamina. Eso fue lo que me llevó a mi escape fácil. A olvidar. Básicamente, a anestesiarme el cerebro. A no sentir tanto mientras estaba en el proceso de recuperación sentimental.

 

Me costó mucho trabajo al principio acoplarme a estar simplemente ahí… pero la verdad es que después, como al tercer día, ya ni sentía nada. Ya no me interesaba.

 

La señora que estuvo conmigo todo el tiempo, ella simplemente iba durante los días, se aseguraba que estaba bien, platicaba conmigo… Me decía tantas cosas que la verdad, yo ni entendía. Porque en ese momento no entraba nada de información. Solamente quería estar triste, llorando, y fumando esa cosa. Y tomando alcohol.

Ese era mi escape. No me interesaba lo que estaba diciendo.

---

Frase de cierre:

No huía del mundo… me estaba borrando a mí mismo, poco a poco, trago por trago, piedra por piedra.

 

Cuarta Parte: La Calle También Tiene Filosofía

Si no me equivoco, después del cuarto o quinto día fue cuando comencé a medio poner atención a lo que me decía. Ahora que lo sé —no porque diga que tengo experiencia ni mucho menos— pero entiendo que el efecto del cristal, cuando uno comienza a hacerlo, dura como tres días.

 

Después de tres o cuatro días ya no anda uno como al principio: todo anestesiado, sin saber ni qué pedo, deprimido, paniqueado. El sentimiento en tu cuerpo empieza a bajar, como que se va uniendo a ti. No sé… como si se volviera parte de tu vida. Y es ahí cuando empecé a poner atención a lo que me decían.

 

Bien recuerdo que la señora me hablaba al chile, así derecho. Me decía cómo tenía que moverme en la calle, quién vivía en la calle. También me explicó cómo era la gente de esa área. Me decía cómo debía comportarme, cómo debí haber sido desde el principio. Pero eso sí: me advertía siempre.

 

—“Aparte de cómo te comportes, nunca tienes que enseñar tu debilidad. Nunca tienes que parecer como que ellos te van a decir qué hacer. Porque aquí, la calle es como los perros, como los gallos, como los gatos… va a ganar el que no se deja. Y no porque sea el más fuerte, sino porque tiene razón en lo que está haciendo. Y cuando tienes razón, viene la fortaleza.”

 

—“Aquí todos son débiles de mente. Ya cual a cual más se cree el dueño de las calles y el que sabe más. Pero cuando llega alguien que tiene sentido en su cerebro… y, aparte de eso, sabe cómo dominar la palabra… viene la fortaleza. Te ven más grande. Te empiezan a respetar. Aunque va a haber muchos que te van a traicionar.”

---

Frase de cierre:

La calle respeta al que piensa con huevos y habla con verdad. Lo demás es puro ladrido de perro flaco.

 

Quinta Parte: El Insulto que Me Despertó

Ya después de estar como un par de semanas ahí, la verdad… no comía. Más bien, nada. Solo tomaba, usaba cristal. Ni hambre me daba. Ni sueño… menos. Mucho menos me bañaba. Pero como repito, la señora estuvo vuelta y vuelta. Venía, me veía. Y a veces, ya después, me pongo a pensar y recuerdo… sí se desesperaba un poco.

Tercera Parte: El Escape que Me Apagó por Dentro

Pues aparte de que pasé mucho tiempo encerrado ahí, la verdad es que yo no sabía tanto de ese rollo. Pero si yo solamente hubiera estado sentado en la cama viendo las paredes, sin hacer nada, me hubiera vuelto loco.

 

Ahí es donde vino la parte del consuelo, o el escape, digamos. Y ese escape tenía que ver con la droga. Comencé a usar cristal, metanfetamina. Eso fue lo que me llevó a mi escape fácil. A olvidar. Básicamente, a anestesiarme el cerebro. A no sentir tanto mientras estaba en el proceso de recuperación sentimental.

 

Me costó mucho trabajo al principio acoplarme a estar simplemente ahí… pero la verdad es que después, como al tercer día, ya ni sentía nada. Ya no me interesaba.

 

La señora que estuvo conmigo todo el tiempo, ella simplemente iba durante los días, se aseguraba que estaba bien, platicaba conmigo… Me decía tantas cosas que la verdad, yo ni entendía. Porque en ese momento no entraba nada de información. Solamente quería estar triste, llorando, y fumando esa cosa. Y tomando alcohol.

Ese era mi escape. No me interesaba lo que estaba diciendo.

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Frase de cierre:

No huía del mundo… me estaba borrando a mí mismo, poco a poco, trago por trago, piedra por piedra.

 

Cuarta Parte: La Calle También Tiene Filosofía

Si no me equivoco, después del cuarto o quinto día fue cuando comencé a medio poner atención a lo que me decía. Ahora que lo sé —no porque diga que tengo experiencia ni mucho menos— pero entiendo que el efecto del cristal, cuando uno comienza a hacerlo, dura como tres días.

 

Después de tres o cuatro días ya no anda uno como al principio: todo anestesiado, sin saber ni qué pedo, deprimido, paniqueado. El sentimiento en tu cuerpo empieza a bajar, como que se va uniendo a ti. No sé… como si se volviera parte de tu vida. Y es ahí cuando empecé a poner atención a lo que me decían.

 

Bien recuerdo que la señora me hablaba al chile, así derecho. Me decía cómo tenía que moverme en la calle, quién vivía en la calle. También me explicó cómo era la gente de esa área. Me decía cómo debía comportarme, cómo debí haber sido desde el principio. Pero eso sí: me advertía siempre.

 

—“Aparte de cómo te comportes, nunca tienes que enseñar tu debilidad. Nunca tienes que parecer como que ellos te van a decir qué hacer. Porque aquí, la calle es como los perros, como los gallos, como los gatos… va a ganar el que no se deja. Y no porque sea el más fuerte, sino porque tiene razón en lo que está haciendo. Y cuando tienes razón, viene la fortaleza.”

 

—“Aquí todos son débiles de mente. Ya cual a cual más se cree el dueño de las calles y el que sabe más. Pero cuando llega alguien que tiene sentido en su cerebro… y, aparte de eso, sabe cómo dominar la palabra… viene la fortaleza. Te ven más grande. Te empiezan a respetar. Aunque va a haber muchos que te van a traicionar.”

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Frase de cierre:

La calle respeta al que piensa con huevos y habla con verdad. Lo demás es puro ladrido de perro flaco.

Quinta Parte: El Insulto que Me Despertó

Ya después de estar como un par de semanas ahí, la verdad… no comía. Más bien, nada. Solo tomaba, usaba cristal. Ni hambre me daba. Ni sueño… menos. Mucho menos me bañaba. Pero como repito, la señora estuvo vuelta y vuelta. Venía, me veía. Y a veces, ya después, me pongo a pensar y recuerdo… sí se desesperaba un poco.

 

Pero pienso yo que fue porque yo me cerré. Me cerré en mi mente a simplemente: “me vale gorro, ya, aquí va a ser… y si me muero, no me importa.”

 

Y si uno decide vivir en la calle o decide que ese va a ser su mundo… no tiene que poner la mentalidad en lo más mínimo. Mucho menos en la muerte. Ni pensar en que estás derrotado. Porque, ¿qué enseñanza vas a recibir entonces? Si uno está cerrado de cerebro, no va a entrar nada. Mucho menos vas a comprender lo que te están diciendo acerca de la fortaleza mental. De que te van a ver más grande si tienes sentido en tu palabra.

 

Entonces, al bloquear tu cerebro a que eso es todo lo que va a ser tu vida y que no te importa nada… básicamente todo lo que se te ha dicho es basura. Así me lo dijo ella, después. Y ahí fue donde comencé a comprender todo lo que me decía.

 

Me preguntaba cosas y yo contestaba correcto, con sentido. Ella sentía que yo iba por buen camino, que estaba absorbiendo lo que me trataba de enseñar. Pero después, como a las dos semanas, volvió con la misma plática, las mismas preguntas, los mismos comentarios… y resulta que yo salgo con otra estupidez: “Me vale verga. Si me muero no le hace.” Y empecé otra vez como que me regresé, a más ni cero… a menos cero.

 

Recuerdo que se enojó mucho. Muchísimo. Me dijo que nomás estaba perdiendo su tiempo. Que ella pensaba que yo estaba agarrando el rollo. Que estaba bien pendejo. Así me dijo. Yo lo tomé muy ofensivo. Comencé también a decirle que la pendeja era ella. Que chingara a su madre, etcétera, etcétera…

fue ahí cuando me desperté.

Tal vez fue la forma en que ella me dijo las cosas. Que hizo que me despertara. Porque estaba como… no débil, pero sí. Estaba débil. Porque empecé con esa mentalidad de que todo me valía. Pero cuando ella me empezó a insultar, a decirme que pensó que yo era inteligente, que iba a ser uno de los que iban a controlar ahí… en sus mismos gritos y regaños me elogió tanto que me dolió el ego.

Me Pegó. Me caló.

Entonces por eso empecé a insultarla. Que estaba bien pendeja. Que no sabía ni quién era yo. Que no sabía con quién se estaba metiendo. Que si yo venía así era por una razón. Pero que ni siquiera se imaginaba lo que yo podía hacer. O deshacer. Que no tenía idea de que yo podía correr eso… no nomás una pinche calle, que podía correr toda la ciudad si yo quería.

Y fue básicamente eso lo que me despertó. Ese ego.

Me levanté con esa rabia y le dije:

"Ahora te lo voy a demostrar. Me corto un huevo si no. Te voy a demostrar quién soy yo."

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Frase de cierre:

A veces no te salva el amor… te salva el orgullo herido y la rabia que te recuerda que aún estás vivo.

 

Sexta Parte: El Plato Desconfiado y la Lección Servida Caliente

Bueno, pues después de que tuvimos esa discusión, bien recuerdo que se me quedó mirando, se sonrió y dijo:

"Así mero, güey. Así me gusta, pendejo. Que me hables así, que hables como deberías de ser. Ahora sí te voy a decir otras cosas, pero primero voy a traerte algo de comer, porque tienes la cara que mejor ni te mires."

 

Yo ya tenía, como repito, un par de semanas ahí. Ya estaba muy, muy alterado de mi mente. Sin comer, sin dormir, todo el día encerrado y a oscuras. Bien recuerdo que esa señora, a pesar de tener una edad avanzada —tal vez cerca de los 60 años—, se veía muy maciza. Y siempre la miraba que iba y venía, iba y venía. Un día le pregunté:

"Bueno, tú andas para arriba y para abajo, ¿cómo chingados te mueves o qué?"

Yo tenía mi camioneta parqueada ahí afuera. Y era bien desconfiado —siempre lo fui—. Recuerdo que algunas veces me decía:

"Préstame tu troca, voy a ir a traer algo de comer, ahorita regreso."

Y nunca se la quise prestar. Le decía:

"No, no, estás bien pendeja. La robas."

Y a pesar de que ella decía:

"Vengo todos los días, te estoy diciendo cómo debe de ser la cosa. ¿Qué necesidad tengo de perder mi tiempo?"

Yo le contesté:

"¿Y quién te pidió ayuda? ¿Quién te dijo que estés aquí? Yo nunca te dije que vinieras."

 

Y sí, la neta, uno es malagradecido. No sé con qué razón lo haría ella, pero bueno, así se dio. Aunque, a la vez, estuvo bien que fuera desconfiado, porque eso es lo que se necesita ahí en la calle: ser desconfiado. Y eso ya lo traía.

 

Me acuerdo que ella siempre andaba en una bicicleta, para allá y para acá. Hasta me reía y le decía:

"No, pues con razón estás viva, pinche corazón está bien fuerte."

Y ella nomás me decía:

"Estás bien pendejo."

Y llegó ese día… la bicicleta, unas bolsas, abre la puerta y me dice:

"Ya llegué."

Yo, sentado en la cama igual. Se me quedaba viendo cuando entraba. No me decía nada, pero ahora pienso que su mirada decía:

"¿Todavía estás ahí, sentado? ¿Todavía tomando?"

A pesar de que a ella también le gustaba todo ese desmadre, me dice:

"¿Te quieres echar un baño? O en lo que te caliento la comida para que comas a gusto."

Y yo:

"¿Y quién te dijo que yo me quería bañar?"

Yo ya había empezado con una actitud más rebelde. Sí escuchaba, sí aceptaba que me enseñara, pero también traía una actitud de cabrón difícil. Si me decía que hiciera algo:

"Nadie me tiene que decir qué hacer, a la chingada. ¿Por qué me voy a bañar?"

Y ella, con calma:

"Para que comas, porque vas a comer así."

"¿Y yo voy a comer o tú?" le dije.

La desconfianza en mí se hizo enorme. Empecé a pensar cosas bien raras:

"¿Qué urgencia tiene de que coma? ¿Por qué tanto interés? ¿Me querrá envenenar?"

Recuerdo que sacó de las bolsas unas cazuelas, platos… era espagueti. Me dice:

"Ándale, para que comas, ya está caliente."

Y yo le volteé y le dije:

"¿Tú qué necesidad o qué urgencia de que coma? Como que estás muy interesada en que esté tragando. ¿Qué te importa a ti si como o no?"

Y me dice:

"Pues yo porque me preocupo, que no has comido. Tienes muchos días sin comer."

Y yo, otra vez:

"Pues a ti que te valga verga si no como. ¿Qué tanta urgencia?"

Y ella, sin perder la calma, se sirvió el plato, empezó a comer y me dijo:

"Sí, mira cómo te estoy envenenando, pendejo."

Y se lo estaba comiendo. Yo nomás me le quedé mirando. No dije nada. La dejé terminar.

Entonces dijo:

"Ahí te dejo eso. Si quieres comer, come. Si no, no comas. Vengo más tarde por las cazuelas, porque hasta me las prestaron."

Y se fue.

Frase de cierre:

Hasta la desconfianza necesita hambre para rendirse; pero a veces, el orgullo tiene más apetito que el cuerpo.

 

Séptima Parte: El Orgullo Que No Me Dejaba Comer

Después de que se fue ella, me quedé pensando. Y la verdad… como dejó la comida ahí destapada, todavía caliente, el olor se metió directo al cerebro. Me despertó el apetito. Pero no fue directo. No. Fue como un pinche ratón asustado. Veía el queso, me arrimaba… y luego corría otra vez para atrás.

Me paré. Caminé hacia la cazuela, la veía. Me iba para atrás. La olía, como si esperara encontrar veneno. Me regresaba a la cama, fumaba, le daba a la cerveza. Eso sí: cada que venía, también me traía mis cervezas, o una botella. Y la droga para fumarla —esa me la conseguía ella. En eso, no tenía duda. En eso, nunca pensé que me envenenara…

¿Pero la comida?

No sé, güey. Pinche cerebro es culero. Se enfoca en la comida, no en el veneno que ya te estás metiendo.

Por fin, me levanté otra vez. Pero mi orgullo no me dejó servirme. Me regresé. Y lo que hice fue meterme a bañar, finalmente. Hasta puse una silla contra la puerta, para que nadie entrara. Ella tenía llave, pero aún así, la bloqueé. Dejé la puerta del baño abierta, por si escuchaba algo.

Yo era tan desconfiado que bañándome, casi abrazaba el pantalón. Mis camisas, mis cosas, ahí a la vista, cuidándolas como perro con hueso. Me bañé viendo la cortina medio abierta. Siempre pensando en que no me fueran a agarrar nada.

Salí, me cambié, me senté en la cama, me rasuré. Me vi la cara…

Ya parecía un Maradona fundido.

Ojeras profundas, ojos vacíos.

Fumé. Tomé. Puse algo de música.

Por primera vez, me sentí un poco... vivo.

Más tarde regresó ella. Traía una caja y otras chingaderas. No me habló. Entró, vio la comida ahí todavía. Me vio a mí: bañado. Fue directo al espejo, a la cama, bajó sus cosas. Unas pelucas, no sé qué tanto. Las empezó a peinar, a mojarles el cabello, a arreglarlas.

Y de repente… se mete al baño.

Yo pensé:

¿Y esta qué pedo? ¿Ya vive aquí o qué?

Se bañó, se cambió, se puso una peluca. Y al final, ya casi lista, me dice:

"¿Y no me vas a decir nada?"

—¿De qué?

—"¿A dónde voy a ir o por qué vine o por qué estoy haciendo todo esto?"

—A mí qué me importa, haz lo que quieras mientras no te metas conmigo.

Y ella:

"¿Y por qué no comiste?"

—Porque no me ha servido.

Y ahí me dice:

"Estás bien pendejo. Yo no soy tu mujer, ni tu criada. Vengo a ayudarte, y tú no dejas. Nomás estás de pinche necio."

Y le dije:

"Pues tú te comiste lo que trajiste. Si no me serviste, por eso no comí."

Se rió. Me dijo:

"Bueno, por lo menos te bañaste."

Y yo:

"También que te valga verga."

Fue, calentó la comida otra vez, sirvió el plato.

"¿Te lo vas a comer o no? Si no, pa’ no perder mi tiempo."

Le dije:

"Tú sírvelo. Que te valga madre si me lo como o no."

Lo dejó servido. Se fue.

Y entonces, sí. Fui, lo agarré… y lo comí.

Y en mi mente:

"Mi ego, güey. Porque yo no me voy a servir. Porque me tienen que servir. Si no me hubiera servido ella, yo no como ni a chingadazos."

Pero comí. Y eso bastó. Ya bañado, aseado, con el estómago lleno.

Y después de comer…

Me entró un sueño cabrón.

Tenía días, semanas… no sé cuánto. Perdí la cuenta. Me puse paranoico de nuevo. Fui, bloqueé la puerta con un mueble. Sabía que me iba a quedar dormido. De verdad dormido.

Dejé una luz prendida. Me acosté con la cabeza alerta…

Fumé. Quería aguantar.

Pero en una de esas…

Me fundí.

Desperté hasta el otro día, en la tarde.

Pegué el brincote. No sabía ni dónde estaba.

Volteé directo a la puerta.

El mueble y la silla…

Seguían ahí.

---

Frase de cierre:

A veces, lo más humano que puedes hacer es dormir, comer... y dejar de desconfiar lo suficiente como para volver a sentirte vivo.

 

Octava Parte: La Puerta Cerrada y la Mente Entreabierta

Después de que me levanté, comencé a caminar por el cuarto como perro que olfatea algo raro. Revisando todo.

¿Se metió alguien?

Aunque el mueble seguía bloqueando la puerta, fui directo a checar ventanas, el baño, la regadera… hasta el lavamanos.

Desconfianza nivel: paranoia fina.

Me senté otra vez.

Fumé.

Tomé.

Y sí, volvía el sentimiento. Pero algo había cambiado: ya me sentía un poco más fuerte.

Dormir y comer, cabrón… esa madre es medicina real.

Más tarde —como a las 6 o 7— tocan la puerta.

Muevo todo el bloqueo. Era ella. La señora.

Me dice:

"¿Por qué abrazaste la puerta, pendejo?"

"Vine temprano a ver qué hacías, y no pude entrar."

"No le quise decir al señor (el del hotel), porque se iba a enojar de que la cerraste por dentro. Si ellos vienen y no pueden entrar, te tumban la puerta y te sacan. Eso no se hace. No les gusta."

Y yo:

"¿Y qué? Si yo pagué el cuarto, qué les importa. Aquí estoy."

"Sí, pero las reglas están en la puerta. Por eso tiene sus seguros."

Le dije lo que decía el 90% de mi boca en ese tiempo:

"Me vale madre si me corren."

Todo me valía. Según yo.

Y se me queda viendo, medio sonriendo.

"Te dormiste, ¿verdad?"

"Sí."

"Qué bueno. Hasta que dormiste. No querías."

"Pues sí, me quedé bien dormido. Por eso le puse eso a la puerta."

Y ella:

"Estuvo bien. Estuvo bien que lo pusiste. Cuando duermes así, te pierdes. Nunca sabes quién puede entrar."

Y yo en mi cabeza:

¿Entonces pa’ qué me andas cagando si estuvo bien?

Y ella, como si me leyera el pensamiento:

"Pues nada más, a ver qué decías."

"Pero sí estuvo bien."

Después me suelta:

"Vamos a salir. Ya llevas como un mes aquí encerrado. Vamos a dar una vuelta. Que conozcas a unos amigos."

Y yo:

"No. No tengo ganas. Todavía no."

No era que estuviera paniqueado. No era miedo.

Era que no quería salir. Punto.

No estaba listo.

Ella me dice:

"Bueno, entonces me voy. Voy a salir. Ahorita vengo. Tengo que conseguir dinero."

Y se fue.

Y se tardó.

3, 4 de la mañana… y no regresaba.

---

Frase de cierre:

A veces, la calle no está afuera… está en tu cabeza. Y aunque la puerta esté cerrada, la verdadera fuga empieza cuando decides no salir.

 

 

 

 
 

Mmm

 

Purp Amor!! 💘

 

A este hombre no lo vuelven a Dañar..

 

 

 

 

 

 

 

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