
VICIONES
MALO Y LA MUERTE
Una conversación entre cigarros, dolores y destinos.
Autor: Freddie AKA El Malo
---
[ESCENA ÚNICA – PARQUE SOLITARIO, AL ATARDECER]
Unas nubes pesadas cubren el cielo. Malo camina solo, cansado, se sienta en una banca vieja. El mundo parece callado.
MALO
(se sienta, con la mirada en el piso)
Pinche día de mierda…
(levanta la vista al cielo, suspira)
Todo se siente... apagado.
(saca un cigarro, se lo pone en la boca, saca el encendedor)
[De la nada, una mano lo arrebata. El cigarro vuela al suelo.]
LA MUERTE
(sarcástica)
¿No sabes que esas madres te pueden matar?
MALO
(girando lentamente, reconociendo la voz)
Tú...
(sonríe con rabia)
Ahora sí vienes, ¿eh?
¿Después de tanto pinche tiempo?
¿Ahora sí se te perdió algo? ¿Vienes a burlarte?
LA MUERTE
(sentándose junto a él, calmada)
No venía porque no quería molestarte.
No porque te haya olvidado.
Simplemente...
No era mi momento.
Yo sé que tú siempre has pensado en mí,
sé que me pediste muchas veces ese “favor”.
Intentaste irte tú mismo más de una vez...
pero nunca me presenté,
porque no era tu hora.
Y porque todavía tienes un chingo que hacer aquí.
MALO
(con voz dura)
¿Entonces qué? ¿Ya te dieron permiso?
¿Vienes por mí ahora sí o qué chingados?
LA MUERTE
(seria, con una voz más suave)
No, Malo.
Solo vine porque sentí tu dolor.
Conocí a tu madre.
Sé cuánto la amabas...
y cuánto te amaba ella.
Ese lazo no se rompe fácil.
No es que no se fuera...
Es que tú no la dejabas ir.
MALO
(silencio… luego furia contenida)
Y entonces... ¿qué vienes a decirme?
¿Un sermón? ¿Un reporte celestial?
¿Una burla elegante?
LA MUERTE
(bajando la mirada)
Vine a pedirte perdón.
MALO
(se ríe fuerte, casi burlón)
¡¿Tú?! ¿Tú pedirme perdón a mí?
¿De qué o qué chingados?
¿Tú qué tuviste que ver?
LA MUERTE
(niega con la cabeza)
No fue por decisión mía.
Fue su hora, su momento.
Yo no decido nada...
Yo solo obedezco.
Pero te fallé, Malo.
Porque tú siempre confiaste en mí,
me hablaste con respeto, con huevos,
con fe incluso.
Y sentí que no estuve para ti cuando más lo necesitabas.
MALO
(suspira, se pone otro cigarro en la boca, lo enciende con calma)
Pues mira tú... qué chingados.
(Saca humo... LA MUERTE se lo quita otra vez y lo empieza a fumar)
MALO
(lo mira, levanta una ceja)
¿Y tú? ¿Qué no sabes que eso te puede matar?
LA MUERTE
(se carcajea)
Cabrón... tú no cambias.
MALO
(sonríe, lo quita de su boca, lo tira)
Ni tú tampoco.
Pero ¿sabes qué?
Yo sé que no fue tu culpa.
Y aunque al principio quería agarrarte a gritos...
ya entendí.
Mi mamá se fue.
Pero no por ti.
LA MUERTE
(asiente)
Entonces... ¿seguimos igual?
MALO
(se pone de pie, respira hondo)
Igual.
Tú por tu camino…
Yo por el mío.
Pero si un día vas a venir por mí...
avísame primero, culera.
No me vayas a salir con tus mamadas de “ni cuenta te diste”.
LA MUERTE
(se levanta también, sonriendo)
Ándale pues, cabrón.
Me voy.
Pero por ahora…
no te voy a molestar.
Cuídate, cabrón.
Y deja de fumar esa madre.
Esa sí te mata.
MALO
(se aleja, riéndose)
A la verga.

TÍTULO DEL LIBRO: "Yo y mis Pinches Fantasmas: El Manual No-Terapéutico de un Loco con Conciencia"
AUTOR: Al Martínez ( aka El Malo )
INTRODUCCIÓN DEL AUTOR
Si estás leyendo esto, o estás igual de loco que yo, o estás buscando respuestas en lugares donde no las hay… o quién sabe, quizá tú también hablas solo y tus pensamientos tienen voz propia. No importa. Aquí no se juzga. Aquí nos reímos, lloramos, y a veces nos mentamos la madre con cariño. Este libro nació en las madrugadas donde el insomnio era más fuerte que el miedo, y donde hablar conmigo mismo era el único consuelo. Lo que vas a leer es real, surrealista y bien pinche sincero. Así que si tienes huevos o corazón, sigue leyendo. Y si no, pues también.
_____________________
DEDICATORIA
A mí mismo, porque nadie más se atrevió a entenderme. Y a mi madre, Blanca, porque su amor me dio el único refugio donde el caos no gritaba tanto. A mi tío, que desde el más allá todavía me grita para que no me raje.
_____________________
ÍNDICE
-
Capítulo 1: El Desmadre Comienza
-
Capítulo 2: El Espejo Está Vivo (y Me Está Juzgando)
-
Capítulo 3: Pinche Conciencia Habladora
-
Capítulo 4: El Yo Que No Soporto
-
Capítulo 5: Manual para Sobrevivir a Uno Mismo
-
Capítulo 6: Mi Tío y Sus Gritadas del Más Allá
-
Capítulo 7: Terapia No-Terapéutica para No Volverse Loco
-
Capítulo 8: Cuando El Dolor Se Hace Comedia
-
Capítulo 9: Cómo No Matar a Tus Fantasmas (Y Mejor Hacerlos Reír)
-
Capítulo 10: Epílogo: ¿Y Si No Era Locura?
_____________________
CAPÍTULO 1: EL DESMADRE COMIENZA
—¿Y ahora qué pedo contigo? —me dijo la conciencia.
—No sé, güey... como que me estoy hartando de mí mismo —le contesté, rascándome el alma.
La inconsciencia se metió como siempre, sin avisar:
—¿Otra vez llorando por lo mismo, cabrón? ¡Ponte a hacer algo!
Y sí, era cierto. Me estaba haciendo el pendejo con mis emociones, otra vez. Pero esta vez algo cambió. Esta vez decidí hablar. Escribir. Sacarlo todo como si fuera una pelea callejera entre mis yo internos. Y de esa bronca salió este libro.
Prepárate, porque aquí no hay filtro. Aquí lloramos, mentamos madres y luego nos abrazamos. Así que ponte cómodo. O incómodo. Lo que te haga falta para despertar.
_____________________
CAPÍTULO 2: EL ESPEJO ESTÁ VIVO (Y ME ESTÁ JUZGANDO)
—¡No mames! —le grité al espejo—. ¿Tú también, cabrón? ¿Ahora resulta que hasta tú me juzgas?
El espejo no respondió, obvio. Pero mi conciencia sí:
—Güey, ese reflejo eres tú. Si te juzga, es porque tú mismo te estás tirando mierda.
—¿Y entonces qué? ¿Me abrazo solo? ¿Me aplaudo por no romperme hoy? —le contesté, ya con los ojos vidriosos.
La inconsciencia, desde la esquina de mi mente, se metió con su sarcasmo:
—Mejor rómpelo, güey. Pero el espejo, no tú. Al menos así ya no te ves llorando como Magdalena.
—No chingues, no estoy llorando… estoy sintiendo —dije, medio encabronado, medio quebrado.
La conciencia se acercó con voz suave:
—Entonces siéntelo todo. Pero ya deja de castigarte por lo que no pudiste controlar. Ese espejo no es tu enemigo. Eres tú viendo todo lo que no quieres aceptar.
—¿Y si lo acepto? ¿Qué sigue? —pregunté, sintiendo que ya estaba a punto de derrumbarme.
—Sigue reconstruirte, pero sin máscaras. Sin tanto "me vale verga" cuando en realidad todo te duele.
Me miré al espejo otra vez. Vi mis ojos cansados, pero vivos. Vi las grietas, pero también las ganas. Y por primera vez, no aparté la mirada.
—¿Y si empiezo hoy? —dije en voz baja.
La inconsciencia se rió:
—¡Hasta que te cae el veinte, cabrón! Ya era hora.
Y sí, ahí empezó todo. Enfrentándome al reflejo que evitaba. Golpeando mi ego, pero abrazando mi verdad.
El espejo no habló. Pero yo sí. Y eso, para mí, fue el primer paso hacia la sanación.
___________________________
CAPÍTULO 3: PINCHE CONCIENCIA HABLADORA
—¿Ya acabaste de pensar tus pendejadas o seguimos? —me soltó la conciencia con tono burlón.
—No he acabado ni de empezar, güey —le respondí, con los codos en la mesa y la mirada perdida.
—Pues ya párale a tus delirios, que ni tú te aguantas —dijo la inconsciencia, tirando humo de algún cigarro imaginario.
—¡Es que ustedes dos no me dejan en paz! Uno me quiere corregir todo el puto tiempo, y el otro solo se burla de mí. ¡No mamen!
—Mira, cabrón —interrumpió la conciencia—, si te hablo es porque te quiero ver bien. Pero te haces el loco hasta para limpiarte las lágrimas.
—No güey, no es eso… es que estoy cansado. Cansado de este teatro mental. Cansado de ser actor, director y público al mismo tiempo.
—Entonces bájate del escenario, güey —me dijo la inconsciencia—, o mínimo cobra entrada, porque este show se está poniendo bueno.
—¿Sabes qué? Váyanse los dos a la chingada —grité, pero nadie se fue. Porque estaban dentro de mí. Porque eran yo.
Guardamos silencio. Bueno, yo. Porque ellos nunca se callan del todo.
—Si de verdad te quieres ir —dijo la conciencia, ahora más seria—, tienes que decidir hacia dónde. Porque correr en círculos es tu especialidad.
Y me quedé ahí. En la mesa, en el silencio, en la locura compartida con esas voces que me conocen mejor que nadie. Las que me empujan al borde, pero también me jalan cuando ya voy cayendo.
Pinche conciencia habladora. Pero qué haría sin ella.
______________________
CAPÍTULO 4: EL YO QUE NO SOPORTO
Hay días que me levanto y ya estoy hasta la madre de mí mismo.
—Mira nomás, cabrón… otra vez tú —me digo frente al espejo, sin ganas ni de abrir los ojos bien.
Y entonces aparece la conciencia, bien puntual como si le pagaran:
—¿Qué pasó ahora? ¿Otra vez vas a empezar con tus dramas de alma torturada?
—No son dramas, pendeja… son realidades —le contesto con hueva.
—¡Realidades mis huevos! —grita la inconsciencia—. Si ya sabemos cómo acaba esto: te encierras, lloras, escribes, y terminas echándote la culpa de todo otra vez.
—Pues sí… ¿y qué? Al menos lo reconozco.
—¡No mames! ¡Eso no es progreso, cabrón! —explota la inconsciencia—. Eso es darle vueltas al mismo excusado, esperando que un día huela a flores.
—¡Ya basta los dos! —grito—. Estoy hasta la madre del yo que no soporto, pero también estoy harto de ustedes.
La conciencia respira hondo:
—Ese “yo” que no soportas… también eres tú. Y no va a desaparecer solo porque lo ignores.
—¿Y qué hago, entonces? ¿Le invito un café? —respondo, medio en burla, medio en serio.
—Invítale compasión, güey —dice la conciencia—. Porque si tú no lo haces, nadie lo hará.
Y ahí me quedé, con el yo que no soporto, sentados como dos viejos enemigos compartiendo la misma celda mental. No éramos amigos. Pero por primera vez, lo escuché sin querer romperle la madre.
Y eso, para mí, fue suficiente por hoy.
__________________________
CAPÍTULO 5: MANUAL PARA SOBREVIVIR A UNO MISMO
—A ver, cabrón —dijo la conciencia—, si tú mismo eres tu peor enemigo, entonces hazte el paro y empieza a entrenarte para sobrevivirte.
—¿Entrenarme? ¿Cómo si fuera qué? ¿Un pinche bootcamp espiritual? —le dije yo, medio burlón.
—Exactamente, güey —saltó la inconsciencia—. Un entrenamiento intensivo para no mandar todo a la mierda cada que algo se te mueve en el alma.
—Entonces ¿qué? ¿Levanto pesas emocionales? ¿Corro maratones de recuerdos? —seguí jodiendo.
—¡Sí, idiota! —gritó la conciencia—. Se llama sanar. Y no hay atajos. Es más rudo que cualquier gimnasio, y no hay días de descanso.
Me quedé callado. Porque tenía razón. Estaba harto de ser yo, pero no hacía nada para mejorar. Vivía entre excusas y sarcasmo. Como si reírme de mi dolor lo hiciera menos real.
—Primer paso —me dijo la conciencia—: deja de hacerte el pendejo.
—Segundo paso —añadió la inconsciencia—: acepta que estás jodido… pero no muerto.
—Tercer paso —remató la conciencia—: empieza a hablar con el único que te puede salvar: tú mismo.
Me senté, escribí esto, y decidí dejar testimonio. No porque sea un sabio, sino porque si alguien allá afuera se siente igual de roto, quizá esto le sirva de espejo.
Porque a veces el primer paso no es levantarte… es dejar de mentirte.
Y ese, compa, ya lo diste.
(Continuará en el Capítulo 6...)
Al Martinez ( El Malo )
Create Your Own Website With Webador